25 agosto, 2008

La percepción de lo cotidiano

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La mujer sin cabeza

La cineasta salteña Lucrecia Martel ha sabido construir una filmografía radical, implacable, con apenas tres largometrajes. A partir de La ciénaga (2001) fue posible percibir elementos de estilo que se repetirían en La niña santa y –ahora- en La mujer sin cabeza. La incomunicación, el concepto de “banalidad del mal”, los climas opresivos, la discriminación (jamás tratada de manera demasiado gráfica), el desconcierto ante lo incomprensible que aparece como cotidiano, son algunos de los temas que aparecen en su cine. Si agregamos que estas temáticas jamás se separan de lo formal (el trabajo con la banda de sonido la ubican en la cima del cine actual) podemos afirmar que estamos en presencia de una artesana del séptimo arte.

La mujer sin cabeza es una nueva apuesta radical de la realizadora. La historia puede pensarse como una estructura de resonancias, con el epicentro puesto en un hecho que acontece en la vida de Vero (sutil interpretación de María Onetto), una odontóloga perteneciente a la burguesía salteña, esa que Martel ha sabido retratar en sus dos películas anteriores, a veces de manera levemente paródica. Un día esta mujer atropella a “algo” en la ruta. Al ver hacia atrás hay un perro muerto, pero Vero supone que pudo haber atropellado a un ser humano.

Este hecho traumático le sirve a Martel para indagar en la mente de Vero, sobre todo en la forma en la que su mundo cotidiano deviene extraño. Vero no se recompondrá de ese accidente, sintiéndose rara en un contexto que –en apariencias- debiera resultarle normal.

La percepción de la mujer aparece en el film distorsionada. No podrá reconocer su propio material de trabajo, y su rostro parecerá sorprendido ante cada solicitud, ya sea de su esposo, de su hermana, o de todos aquellos que conforman su círculo íntimo. Cada hecho que la involucre, por mínimo que sea, será ante sus ojos una novedad. Bajo esta perspectiva, el orden de lo ordinario se convierte en extraordinario, como si Martel le ofreciera a su criatura una lupa lo suficientemente potente para desnudar miserias, afectos, sentimientos, injusticias veladas.

La estructura de la película escapa a lo que identificamos como “trama”. Tampoco el relato opera de forma fragmentaria. Resulta válido apelar a la definición de lo anecdótico, una categoría que no se resiente ante la idea de totalidad. Toda La mujer sin cabeza entrega líneas de sentido que se superponen, se amplifican escena a escena y obligan al espectador a imaginar frases que no se han dicho pero que están latentes, escenas que están fuera de campo pero que podrán imaginarse. De esta forma, nada queda librado al azar –en tal caso- el azar aparece –paradójicamente- como una construcción adrede.

La maestría visual está presente en cada plano. Es difícil no encontrar en cada secuencia una justificación dramática, un hecho formal que se integre a la totalidad del film. El abordaje del elemento siniestro (aquello familiar que debe permanecer oculto pero que salta a la luz) jamás apela a ningún tipo de psicologismo. Por el contrario, la visión del film se centra en la capacidad de indagar en lo que se nos muestra, en los datos intersticiales que permiten asignarle sentido a lo que conocemos, a la manera en la que lo cultural se funde en lo íntimo y viceversa. Tarea ardua, de allí que el cine de Martel sea tan resentido por algunos sectores de la crítica y el público. No podemos más que celebrar tal osadía.

Ezequiel Obregón

TITULO ORIGINAL: La mujer sin cabeza.
DIRECTORA: Lucrecia Martel.
GUIÓN: Lucrecia Martel.
INTERPRETES: María Onetto, Claudia Cantero, Inés Efrón, Daniel Genoud, César Bordon, María Vaner y Guillermo Arengo.
DURACIÓN: 87 minutos.

Ciudad como botín: Sur, deslocalización y después

Éste no es un lugar para escapar. Aquí esperan los gritos, los pobres, Macri y sus afiches, las empresas, la globalización financiera y simbólica y la omnipresente mediación de los medios que, encarnada en una gran pantalla, apenas si nos dejará ver directamente a los actores.

Éste es un lugar para escapar. Aquí el sentido ha estallado, hay diversión, números musicales, teatro hiperkinético, eufórico, tecno-primitivo. Los actores son ellos mismos y no lo son, bailan y cantan los temas que han elegido y se ponen a merced de un texto despiadado junto al que logran montar una interpelación furiosa que se multiplica en todas direcciones.

Ciudad como botín, del alemán René Pollesch y dirigida por Luciano Cáceres actualmente en el Centro Cultural de la Cooperación, comparte una trilogía con Sex según Mae West, que también fue dirigida por Cáceres y cuyo elenco fue efectivamente secuestrado, tomado como botín en su última función en el Goethe, enlazando indisolublemente ambas obras en esta puesta.

La obra defiende su derecho a hacer política explícita y también a no hacerla. Teatro dialéctico posmo-rioplatense con la potencia de una propuesta única. Un discurso sobre la deslocalización del capitalismo tardío y el marketing como la estrategia cultural por excelencia. Una puesta que despliega una infinidad de recursos y crece exponencialmente a partir de una entrega actoral dispuesta a enfrentar el desafío hasta las últimas consecuencias.

Éste es un lugar del que algunos querrán escapar. La relación constante y vertiginosa entre lo que se da y lo que se quita, la palabra que se dice y la dinámica que la hace imposible de escuchar, lo que se escribe con la mano del discurso y lo que se borra con el codo de la pura escena, hace que la obra desafíe también a los espectadores a entregarse por entero. En muchas funciones hay gente que se va. Pero función tras función la sala se llena y al que se sumerja en el goce de la experiencia lo aguardan, no sólo un buen rato y algunas reflexiones políticas interesantes, sino unas poderosas ganas de volver.

Si una función teatral nunca es igual a otra, en Ciudad como botín esto está ampliamente potenciado. Su mecánica busca, fuerza, la mutación, el accidente, la reacción espontánea, la palabra nueva. Y los actores, que no ocultan sino declaran su sufrimiento en el proceso de construcción de la obra, cada vez se encuentran más a gusto y un clima festivo se ha ido apoderando cada vez más del espectáculo.

Cáceres potencia en esta puesta la propuesta escénica de Pollesch, basada en la separación de la palabra y la acción, la idea de “no interpretación” y una estructura intermitente de cuadros musicales. ¿Una obra neo-realista? ¿Pos-representacional? ¿Pos-brechtiana? ¿Un varieté? ¿Todas las anteriores? ¿Ninguna?

Ante todo, una obra profundamente contemporánea, que se propone hablar de los problemas de nuestra era con una mecánica digna de ella al tiempo que se inserta en los debates más actuales sobre los límites y las posibilidades del teatro.

Pamela Brownell

Autor: René Pollesch Traducción: Carla Imbrogno Actuaciones: Sergio Aiello, Héctor Bordoni, Ideth Enright, Javier Lorenzo, José María Muscari, Dolores Ocampo, Cecilia Rainero, Rodolfo Roca, Guillermina Schauman. Escenotécnia: Luciano Cáceres, Mara Guerra Iluminación: Luciano Cáceres, Ignacio Rodríguez de Anca Diseño de vestuario: Pepe Uría, Realización de vestuario: Maria Carcaño Video: Pablo Irrazábal Cámara: Lucas Cánepa, Sophie Tirouflet Fotografía: Ignacio Rodríguez de Anca Asistente de producción: Ignacio Rodríguez de Anca Asistencia de dirección: Marlene Nordlinger Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate Producción ejecutiva: Mara Guerra Colaboración musical: Hernán Crespo Coreografía: Leticia Mazur Dirección: Luciano Cáceres.

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 –Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Teléfono: 5077-8077
Entrada: $ 25,00 - Lunes - 21:00 hs

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¿A dónde van?

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¡Vamos a visitar a María Elena! Es posible que muchos, en algún momento de la vida, se hayan preguntado cómo es la vida de María Elena Walsh. Cómo se inspira para darle vida a las canciones y a los cuentos que grandes y chicos conocemos.
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En la obra María Elena de Héctor Presa se le brinda homenaje a la reina de las canciones infantiles. La historia cuenta cómo un grupo de chicos llenos de curiosidad y aventureros deciden ir a visitarla. Idea que surge al crecer con sus canciones y luego de escuchar a padres, tíos y abuelos hablar de la Walsh. Por todo ello se disponen a encontrarla.
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El espectáculo encuentra brillantes actuaciones de la mano del grupo La Galera Encantada, quienes cumplen 30 años trabajando para los niños y adolescentes. Encontraron la forma de celebrarlo con las canciones de María Elena en la sala Casacuberta del Teatro San Martín, tradicional espacio de la ciudad para los infantiles.
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En forma constante se mantiene el interés del público en el seguimiento de la historia a través de las canciones que todos conocemos. Con ellas toman de la mano al espectador y lo invitan a viajar por las fantasías más cálidas y desopilantes a los niños y adolescentes mientras que los grandes son invadidos por los recuerdos. Se trata de un show para ver en familia que lo disfrutan los chicos de todas las edades y los acompañantes.
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En la escenografía se destaca un árbol de fondo, del cual penden hojas con las letras de las canciones: Manuelita la tortuga, El Reino del revés, Canción de tomar el té, Canción de la vacuna, Canción del jacarandá y El twist del Mono Liso, entre otros éxitos. La idea del árbol remite a un trabajo de Quino en donde la propuesta era justamente que los niños puedan sacar material de lectura de los árboles. Los objetos que componen la escenografía son funcionales, ayudan a complementar las coreografías de cada tema, con valijas, una carretilla, bancos, teléfonos y cajas musicales.
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El ritmo de la obra es emocional y festivo, logrando que el público participe y disfrute de las ágiles coreografías. Consiguen que todos salgan de la sala sonrientes: 70 minutos de pura diversión.
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El vestuario es colorido y armónico, nada del colorinche que se ve en otros infantiles, aportándole a cada personaje una personalidad que se diferencia con claridad. Les permite hacer piruetas con soltura y comodidad. Un trabajo destacable de Mini Zuccheri.
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Por todo lo mencionado, recomendamos María Elena para compartir con toda la familia. Pasarán un momento inolvidable que dará lugar a charlas posteriores. Uno de los mejores espectáculos en cartelera.
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Georgina Falbo

Autor y director: Héctor Presa
Con Lali Lastra, Matías Zarini, Gastón D’Angelo, Sol Ajuria, Marina Pomeraniec, Luciana Larocca.
Coordinación de producción: Mariana Toledo
Asistencia de dirección: Daniela Sitnisky
Asistencia de escenografía: Analía Morales
Asistencia de vestuario: María José Fuertes
Arreglos vocales: Diego Lozano
Puesta de sonido: Christian Lezcano, Mariano Iannello
Iluminación: Alberto Lemme
Vestuario: Mini Zuccheri
Escenografía: Marta Albertinazzi
Coreografía: Mecha Fernández
Arreglos musicales y banda sonora: Angel Mahler
Música: María Elena Walsh
Puesta en escena y dirección: Héctor Presa
Teatro San Martín, Sala CasacubertaFunciones: sábados y domingos a las 16 horas.Platea: $15.-

LAS MUJERES SABIAS, de Moliére

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En la obra, de 1672, Moliére retoma la crítica ya vertida en Las preciosas ridículas hacia las mujeres que se jactan en de profundidad intelectual, cuando en realidad manejan sus conocimientos como un mero barniz que les proporciona un cierto prestigio social. Las sabihondas a las que el título alude han sido seducidas por Trissotin (triplemente tonto), un falso erudito que sólo busca un matrimonio conveniente. El gran comediógrafo caricaturiza aquí, sin mayor disimulo, al abad Cotin, un académico que escribía muy mal; en Vadius, que aparece más adelante (y acerca del cual se hace una modificación importante en relación con el planteo del autor), parodia al helenista Gilles Ménage. En todos ellos ve encarnada la pedantería que tanto rebela a Moliére, quien quita el disfraz a los hipócritas en el escenario.

Entretanto, se despliegan los conflictos domésticos. Dos hermanas discuten, en la primera escena, acerca del amor. Armanda ha decidido reemplazar a Clitandro por la filosofía, por considerarla una aspiración más elevada. Rechazado, él pretende ahora a Enriqueta, la hermana, quien desea casarse con ese hombre que ha despertado en ella una gran pasión, contra la voluntad de su madre. El problema es que ésta, Filaminta, quiere por yerno a Trissotin, a quien considera hombre de grandes luces; Crisalo, su esposo, pusilánime y sometido, intentará hacerle frente, abogando por la libre elección de la joven.

En la puesta en escena de Willy Landin, abocado en los últimos años a ser régisseur de ópera, se percibe mucho esmero en el tratamiento visual. En cuanto a la escenografía, ha aprovechado los recursos que la sala le ofrecía, para crear fundamentalmente tres espacios: el salón, el jardín francés y la sala con espejos que – ha dicho el director – “remite a Versalles con su corte cuya idea no era mostrar la imagen real sino las apariencias”. El lujoso vestuario nos retrotrae a esa época (no detallaremos a sorpresivos anacronismos), al igual que el tratamiento formal entre los personajes. En lo que respecta a la música, la interpretación en vivo de violín, violoncello, piano y clave, al igual que el canto, ayudan a completar el marco barroco en el que se desarrolla la acción y nos recuerdan que, en varias oportunidades, Moliére trabajó en colaboración con Lully, con quien compusieron varias comedias-ballet, muy apreciadas por Luis XIV.

Sabemos, sin embargo, que el ritmo de una obra lo imprime, en una comedia, la acción dramática, lo cual, en este caso, parece suceder sólo en algunos momentos. El director ha hecho uso de varios procedimientos de modernización de la pieza. No sólo recortó el texto eliminando las referencias epocales que pueden resultar hoy irrelevantes, sino que incluyó fragmentos y modismos que buscan la rápida respuesta identificatoria del espectador con la actualidad. En ese sentido, los cambios resultan efectivos, al igual que la inclusión de tecnología, música y baile contemporáneos, pero al traernos al presente, al tiempo que divierten, provocan la ruptura del ilusionismo y el corte del hilo narrativo. Así, cuanto más entretiene y genera sonrisas la novedad escénica – no cabe aquí develar esos momentos – más se desdibuja la obra de Moliére, como si no se sostuviera por sí misma, pese a la muy buena labor de Graciela Araujo, Rita Terranova, Luis Campos, Pacha Rosso y Gimena Riestra y a los hallazgos de imagen y sonido.

Se produce una curiosa paradoja: el público goza la experiencia y se involucra en el juego que se propone desde el escenario. Sin embargo, no parece estar riendo tanto de la mordaz crítica que hace Moliére de los vicios burgueses de su tiempo y de todos los tiempos como de los agregados realizados para ganar cercanía y espectacularidad. Y eso da que pensar.

Clara Ibarzábal

Autor: Molière
Versión: Willy Landin
Actúan: Graciela Araujo, Hernán Boglione, Guido Bonacossa, Luis Campos, Manuel Coggiola, Amalia de Camillis, Sofía Gavito, Juan José Hair, Tony Lestingi, Matías Mancilla, José Marquez, Rocío Mercado, María Luz Morteo, Laura Mouge, Verónica Pelaccini, Gimena Riestra, Sebastián Rosso, Eugenia Stanovnik, Sebastián Suñé, Rita Terranova, Florencia Vecino
Cantantes: Joel Ramírez/Adriano D’Alchimio
Músicos: Soledad Grigera, Florencia Stabilini, César Tello, Mercedes Martínez, Daniela Schuster, Ricardo Pereyra.
Vestuario: Nidia Ponce
Escenografía: Willy Landin
Iluminación: Miguel Morales
Coreografía: Miguel Ángel Elías
Director musical: César TelloDirección: Willy Landin

TEATRO SAN MARTIN
Av. Corrientes 1530 Teléfonos: 0800-333-5254 ó 4371-0111 al 8

Fin de partida, de Samuel Beckett


Hubo otro tiempo mejor, que se recuerda fragmentariamente, pero no un pasado que podamos reconstruir. Sabemos que afuera reina la muerte. Ahora, somos testigos y destinatarios de un juego que recomienza y parece concluir en una habitación negra, sin adorno ni belleza, con altas ventanas a las que se accede por una larga escalera. En la escena, un hombre sentado, cubierto por una sábana. Es Hamm, a quien vemos con su bata, sus anteojos blancos y un pañuelo manchado de rojo sobre la cara cuando Clov lo descubre y la partida se inicia. El hombre ciego, que no se levantará nunca, se plantea si hay miseria mayor que la suya y como Lear, como el Job bíblico, se pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Inmóvil, sangra y pide calmantes ante un dolor que no cesa. Su compañero y siervo repite mecánicamente gestos y movimientos que forman parte de una rutina, condenado a no poder sentarse. Bufonesco, ríe y se desplaza como un muñeco; se queja ante los reiterados pedidos de su amo, pero no se decide a irse.

En un rincón, dos gigantescos tachos de basura de donde emergen la cabeza y las manos de los padres de Hamm, Nagg y Nell. Mutilados e incompletos como su hijo, reclaman una mínima atención: algo que comer, digno aseo, y es poco lo que obtienen: la guerra ha convertido a los hombres en despojo, en desperdicio, sin posibilidad de establecer contacto físico, o un vínculo amoroso. Los personajes parecen hablar únicamente de cuestiones relacionadas por las necesidades inmediatas y reiterar tópicos y frases hechas que cumplen sólo una función fática: unos y otros precisan, mal que les pese, no sentirse tan solos en medio de ese vacío y ese encierro, saber que hay alguien, aunque no escuche o amenace con partir y abandonar.

La obra, patética en su fondo, no carece de humor, y esta conjunción se produce en la puesta de Lorenzo Quinteros y Pompeyo Audivert, quienes logran que el espectador, atraído por el juego escénico, quede atrapado en la relación de extraña dependencia entre estos dos hombres que sin filosofar nos dejan pensando largamente. Apenas está alterado el texto y limpiado de ripios de traducción. Se ha procurado que se haga más cercano y contundente, siguiéndolo por lo demás al pie de la letra, conscientes del valor y la vigencia de la propuesta. El vestuario, la escenografía, el sonido y la iluminación se aúnan para enmarcar del mejor modo la labor de los actores. El trabajo de ambos refleja una cuidadísma composición. Quinteros crea un Hamm tan autoritario como caprichoso, cruel y necesitado; Audivert crea un Clov clownesco, que se desplaza con el torso retrasado y pasos mecánicos, en un trabajo corporal muy preciso, que va acompañado de una cabal comprensión del personaje, que se deja traslucir sutilmente. Max Berliner se luce especialmente con el famoso relato del sastre y Pochi Ducasse, de menor participación, refleja el desamparo de estos dos viejos que, simplemente, duran.

Unos pocos objetos en escena – además de los citados, aquellos que Clov acumula, lleva y trae ante los pedidos de Hamm – sirven para instalarnos en ese universo poético sin referencialidad directa con un espacio o un tiempo en particular. No se cuenta una historia; los personajes tienen mucho de fantoches y la palabra aparece vaciada a fuerza de reiteraciones. El autor observa y apunta, nos intranquiliza, nos despierta del letargo. Estos cuatro seres están representando nada menos que la condición humana y remiten continuamente a su propia conciencia de que eso es teatro, dejando entrever el artificio. Beckett rompe las convenciones escénicas para construir un teatro nuevo, que deja los cuestionamientos abiertos. Nos lleva al desierto y allí nos deja para que busquemos nosotros una respuesta.

Clara Ibarzábal

Autor: Samuel Beckett
Actúan: Pompeyo Audivert, Max Berliner, Pochi Ducasse, Lorenzo Quinteros
Vestuario: Marta Albertinazzi
Escenografía: Ariel Vaccaro
Iluminación: Leandra Rodríguez
Música: Rick AnnaFotografía: Michel Marcu
Asistencia de dirección: Marta Davico, Mónica Goizueta
Producción ejecutiva: Marta Davico, Mónica Goizueta
Dirección: Pompeyo Audivert, Lorenzo Quinteros

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543
Teléfono: 5077-8077
Web: http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 25,00 - Domingo y Lunes - 20:00 hs

Disfrutar del juego

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De la mano de Aníbal Pachano llega al Velma Café Dominó… en Cabaret, un show que invita al espectador a realizar un viaje musical por distintos puntos del planeta. Un music hall que maravilla a todas las generaciones. Es el marco del espectáculo que se estrenó en el 2007 para celebrar los 25 años de la creación del mítico grupo Botton Tap.


A modo del juego de mesa Dominó, se conecta cuadro a cuadro como lo hacen las piezas numeradas del entretenimiento. En el primer acto los cuadros reciben el nombre de China (lugar de origen del Dominó), Oriente, Hindú, Afganas, Can Can Folie y Diamond, entre otros. Se destaca el cuadro Over the Rainbow, en la versión de Israel Kamakawiwo‘ole (fue un popular cantante hawaiano conocido como IZ, quienes quieran escuchar el tema pueden hacerlo en: www.youtube.com/watch?v=Pe5p1BXNCQM&feature=related). La escena se monta en un mágico bosque que recuerda a las hadas de Sueño de una noche de Verano; aladas, coronadas con flores, con delicados y alegres movimientos junto a la infaltable presencia del centauro. Hecho con un mágico realismo que encanta a los espectadores y los transporta a un mundo de ensueño.

En el segundo acto los artistas deslumbran con Cambalache, Paquito da Rivera, Ojos Negros, Libertando, La vida es bella y La Comparsita, en donde se destaca Sofía Pachano junto a su padre. Ambos logran emocionar al público.

Como no podía se de otro modo, casi al final llega el monólogo de Pachano, ácido y enfocado en la realidad del país. Dice lo que muchos comparten con aplausos desde la platea. El personaje que construyó para la obra cuenta con características femeninas; se presenta con pestañas postizas, tacos y lentejuelas, similar al estilo que presentó en Smoke; con perfecta postura y elegantes gestos. Un hombre que puede hacer muchas cosas sin perder el buen gusto.

Para destacar: la participación de Ivanna Rossi como artista invitada, una de las pocas bailarinas que puede bailar, cantar y conectarse con el público desde que pone un pié en el escenario.

En general vale mencionar el trabajo coreográfico de Alejandro Lavallén; el diseño de vestuario que sorprende en forma constante: pasa de sombrillas chinas a galeras y de alas de hadas a faldas acampanadas en un instante. Un gran trabajo que es acompañado por una estratégica tarea de iluminación.

Dominó es un music hall imperdible que recrea el clima del tradicional Cabaret. La estética y la excelencia son dos notas que enmarcan el espectáculo de principio a fin en la cartelera porteña.

Georgina Falbo

Con: Aníbal Pachano, Alejandro Lavallén, Sofía Pachano & Cía.
Artista Invitada: Ivanna Rossi
Vestuario: Mabel Rodríguez - Patricia Fiaño - Aníbal Pachano
Coreografía: Alejandro Lavallén
Prensa: Daniel Falcone
Director Musical: Gaby Goldman
Dirección General: Aníbal Pachano
Velma Café, Gorriti 5520, Palermo Hollywood
Funciones: Viernes 20.30 hs, Sábados 00.15 hs, Domingos 20.00 hs.Localidades desde $50

05 agosto, 2008

Érase una vez en un lugar muy cercano

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The Pillowman: El hombre almohada es una propuesta del circuito teatral comercial que –de seguro- atraerá a varios espectadores por la presencia de Pablo Echarri, consagrado actor televisivo. Como los cuerpos de los niños que son mencionados en la obra, el cuerpo del actor será aniquilado, pero no de las múltiples maneras brutales que se describen en la puesta, sino a través de las significaciones asociadas a su imagen. Interpreta a Katurian Katurian Katurian, un escritor de escaso reconocimiento que escribe cuentos en donde los niños suelen terminar asesinados de las maneras más terribles. El comienzo de la obra lo muestra indefenso, con los ojos vendados en un despacho policial de un país indeterminado que atraviesa una dictadura militar. Luego nos enteraremos que estuvo espiando los papeles que lo han llevado hasta esas circunstancias, que parecen ser un reflejo del horror político en un horror familiar, siniestro en la acepción más canónica del término.

Pillowman opera durante su larga extensión de esa manera: propone un horizonte de expectativas sobre el devenir de la obra que es interrumpido por algún detalle que nos revela una nueva dimensión del horror. Como en un film de David Lynch, cada premisa es puesta en tensión y su resolución implica profundizar la atención sobre una mente en estado de trauma.

El primer hecho traumático de la obra es la alteración de la vida del escritor y la de su hermano deficiente mental (notable actuación de Carlos Belloso). La miserable cotidianidad de ambos es amenazada por una serie de asesinatos a niños que imitan las tramas de los cuentos de Katurian. La primera parte es un abordaje más fáctico sobre estos hechos, con una minuciosa –y a la vez perversa- investigación de dos detectives que revelan la parte más autoritaria del contexto represor. Luego del intervalo (que suspende la tensión acumulada hasta entonces) un video reproduce el cuento más admirado por el hermano de Katurian, para dar paso al segundo acto, mucho más “introspectivo” (y tal vez por eso más aterrador) que el anterior.

Pablo Echarri cumple en un rol complejo, si bien algunos pasajes narrados tienen altibajos. Más que su voz, es su cuerpo –encorvado, tosco- el que le da una dimensión mayor a su composición. La dirección de Enrique Federman supo conducir con oficio a los cuatro actores principales (no hay que olvidar a Vando Villamil y Carlos Santamaría) y la escenografía a cargo de Alberto Negrín reproduce el ambiente hostil que se corresponde con la propuesta general.

La obra puede verse como un reverso de la infancia idealizada, un mapa del horror que deja huella en el espectador por acumulación y fascinación sobre el acto de narrar. El espectador comparte la ansiedad del hermano de Katurian al mismo tiempo que sus admiradas pesadillas -presentadas mediante ficciones- se reproducen en la realidad. Son esos relatos los que rescatan a Katurian de su vida trivial mientras las huellas del horror se apropian de su cuerpo, como el final trunco de una posible ficción en donde el adulto -por una vez- no puede ser victimario. Pillowman reflexiona sobre el acto de narrar, la manera en la que una vida se perpetúa en la Historia a través del arte, por más despiadado que éste sea.

Ezequiel Obregón

Dramaturgia: Martin Mc Donagh
Actuaciones: Carlos Belloso, Pablo Echarri, Carlos Santamaria, Vando Villamil
Dirección: Enrique Federman

Teatro LOLA MEMBRIVES
Av. Corrientes 1280 - Capital Federal
Teléfonos: 4381-0076
Entradas desde: $ 30,00 - Domingo - 19:00 hs
Entradas desde: $ 30,00 - Miércoles y Jueves - 20:30 hs
Entradas desde: $ 30,00 - Viernes y Sábado - 21:00 hs

Rodando: Elogio del movimiento

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La obra de Alejandro Acobino y Germán Rodríguez (también actor) se repuso en la sala No Avestruz y podrá verse hasta el lunes 25 de agosto.

Rodando transcurre entre ruedas: el único personaje nos relata imágenes de un guión cinematográfico con absoluto tecnicismo, los personajes de este guión transitan una ruta y uno de ellos “rueda” una película independiente. Sus voces son reproducidas por este misterioso hombre de porte aristocrático, y se suceden con la misma rapidez y sagacidad con la que marcha su silla de ruedas.

La descripción detallada de los procedimientos técnicos cinematográficos (mayormente en tono de parodia) potencian la presencia del actor, distancian el dispositivo del cuerpo mediatizado (el de los actores / personajes del film) del cuerpo en presencia del misterioso hombre, por eso su valor convival resulta magnificado. En ese sentido, Germán Rodríguez sabe imprimirle a cada gesto, cada movimiento, una potencia implacable que alcanza los mejores momentos en los pasajes humorísticos que recorren la pieza.

Es pertinente remarcar cómo Rodando desorienta al espectador, para luego obligarlo a entrar en una lógica que –como el cine- es pura manipulación del tiempo y el espacio. Tarea oximorónica si tenemos en cuenta que esta lógica está enunciada por un paralítico. De allí los distintos niveles de sentido que el espectador le puede asignar a toda la acción: ¿Se trata de un cineasta frustrado? ¿Es la objetivación de la mente de un personaje? ¿Es un narrador omnisciente que se ha “enamorado” de la técnica que describe? En esa desorientación en la que se inscribe la mirada del espectador Rodando adquiere su mayor singularidad.

La sólida labor de Germán Rodríguez está complementada por un eficaz dispositivo de luces que enfatiza, acompaña, y enriquece su relato. El final es sorprendente y a la vez coherente, responde a la temática de la obra y no rodará inadvertido.

Ezequiel Obregón

Dramaturgia: Alejandro Acobino, Germán Rodríguez - Actor: Germán Rodríguez - Diseño de luces: Sergio Cuchiara - Asistencia artística: José Mehrez - Prensa: Carolina Alfonso - Dirección: Alejandro Acobino

NOAVESTRUZ - Humboldt 1857 - Capital Federal - Teléfonos: 4777-6956 - Entrada: $ 20,00 - Lunes - 21:00 hs

EnSinapsis te invita al teatro

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Hola amigos lectores, en esta oportunidad EnSinapsis los invita a ver Teatro para pájaros y La noche canta sus canciones, dos notables espectáculos dirigidos por Daniel Veronese.

Teatro para pájaros: "Tres parejas del ambiente teatral. Teatro dentro del teatro, como un juego de cajas chinas". La obra puede verse los viernes y sábados a las 21:00 en Fuga Cabrera: Cabrera 4871, timbre C.

La noche canta sus canciones: "Él no quiere salir, ella no puede confinarse a quedarse en el apartamento que comparte con él y su bebe recién nacido. Él es un escritor fracasado, ella una empleada de licencia por maternidad, que encuentra cada vez más difícil cómo justificar su relación con él." La dramaturgia es de Jon Fosse, y la obra puede verse en el mismo teatro los viernes y sábados a las 23:00.

¿Cómo obtener un par de entradas? Muy sencillo: escribir a ensinapsisblog@gmail.com dejando nombre, apellido, últimos tres números del DNI y un teléfono.

Hasta que me llames, de Ana María Bovo

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Por escenografía, sólo dos sillas en el centro, y en un rincón, casi invisible, el teléfono al que alude el título. Desde donde estemos ubicados – por algo se nos pide que no movamos los asientos - podremos ser testigos de este triple relato a dos voces, hechos cuerpo en Araceli Hildebrand y Edgardo Dib. Ella lleva un vestido beige sedoso, sugerente y sencillo; él, una camisa clara, de textura áspera y un pantalón al tono. En boca de ellos, la historia de Penélope, que aguarda el retorno de Ulises, se vuelve un viejo cuento entrañable, no ya la historia lejana del héroe griego que regresa después de largos años de guerra, sino la de una fidelidad eterna y segura. En las voces y los cuerpos de los intérpretes, el relato épico – del que Bovo rescata los episodios salientes y las más aladas palabras – está vivo para quien lo ha leído y para quien lo escucha por primera vez.

Lo mismo sucede con la historia de Leocadia, la mujer que se angustia y resucita al son de los boleros en La flor de mi secreto de Almodóvar. Las palabras siguen siendo imágenes que se escuchan; conservan la potencia y la belleza de la película; no hace falta haberla visto para disfrutar intensamente los momentos en que se la recrea en los movimientos, en los tonos, en la alternancia de las réplicas de los distintos personajes que atraviesan a los actores. La tercera historia que se entrelaza tiene algo en común con las anteriores: la espera amorosa, que aquí funciona como marco. La autora narra aquí otro viaje, a la infancia y, años después, al pueblo, con toda la emoción que esto significa tras un largo camino vital en el que no han faltado profundas heridas, que sentimos como propias.

Tanto la autora como el director han tenido la virtud de confiar en la potencia evocadora de la palabra, en la magia del decir que crea mundos. Con los matices de la voz y los pequeños gestos y los necesarios desplazamientos en el espacio, sumados a algunos apuntes musicales y al sutil juego de luces, nos sumergimos en los universos de estos personajes, en apariencia disímiles y en verdad, tan cercanos. El espectáculo, que parte de una obra de fina factura, apela a la más genuina y pura sensibilidad de quien lo ve y lo escucha, produciéndole un gran placer, que se presiente ancestral: el que surge cuando se disfruta de una buena historia, desde siempre.

La figura armónica de Araceli Haberland y su dulce y expresiva dicción se unen al trabajo de Edgardo Dib, quien encarna con gracia y soltura, alternativamente, a los distintos personajes en los tres relatos que aquí se entrecruzan y espejan, sencillamente, para que gocemos emocionados.

Clara Ibarzábal

Ficha técnico artística: Autora: Ana María Bovo / Dramaturgia: Stella Brandolín, Edgardo Dib, Araceli Haberland / Actuan: Edgardo Dib, Araceli Haberland / Diseño de luces: Leandra Rodríguez / Realización de vestuario: Jorge Maselli / Edición de sonido: Martin Lavini
Banda de sonido: Edgardo Dib / Fotografía: Guillermo Kexel / Diseño gráfico: Victoria Santkovsky / Prensa: Luciana Zylberberg / Arreglos musicales: Gaby Goldman / Producción ejecutiva: Marta Montero / Puesta en escena: Edgardo Dib / Dirección de actores: Stella Brandolín, Edgardo Dib / Dirección general: Edgardo Dib

LA CARBONERA
Balcarce 998 - Capital Federal
Teléfonos: 4362-2651
Entrada: $ 20,00 y $ 15,00 - Viernes - 21:00 hs

Para los más chiquitos

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Clownies enruedados es la primera puesta teatral de un grupo de animadores de fiestas infantiles compuesto por Marina Apat, Federico Buso, Karina Hepner y Esteban Rozenszain.

En esta oportunidad, además del debut, presentan su nuevo disco con el mismo nombre del espectáculo. Incluye la canción de las manos y la del 100 pies.

El escenario sólo cuenta con la presencia de un auto rojo realizado en tela y un atril que va indicando los momentos de la obra. Luego irá cobrando vida con la presencia de los clownies vestidos de verde, violeta y negro; acompañados por sus coloridas mascotas: Leoncio, Rana Clara y Ruperto, Serpentina y Zoquete. Todos juntos emprenden un recorrido enruedado que los conducirá hasta el fin de la obra.

Clownies Enruedados es ideal para niños de uno a 7 años, para verlo junto a los padres y con amigos.

El lugar -por ser un café- está diagramado con mesas y sillas. Allí encontrarán la carta y 3 combos infantiles que no ofrecen lo que cuestan. Lo mejor es buscar otro lugar para merendar.

Georgina Falbo

Velma Café - Gorriti 5520
Vacaciones: Del 26 de Julio al 10 de Agosto, todos los días 15hs.
Precio de las localidades: $20.

Idea: Luz Pearson / Dramaturgia: Gustavo Monje / Adaptación: Gustavo Monje
Actuan: Marina Apat, Federico Buso, Karina Hepner, Esteban Rozenszain
Escenografía: Dina Stasta / Iluminación: Magali Acha / Maquillaje: Mariela Chimales / Diseño de vestuario: Roxana Niedzwiecky / Diseño de arte: Java Solari Parravicini / Fotografía: Ana Luz Sanz / Utilero: Jose Gauto / Asistencia de dirección: Angie Rozas / Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate / Arreglos musicales: Yair Hilal / Producción ejecutiva: Marina Apat, Karina Hepner / Coreografía: Gustavo Monje / Dirección musical: Sergio Di Croce / Dirección artística: Gustavo Monje