Wendy and Lucy, de Kelly Reichardt. Este film tiene mucho de lo que hemos visto en el último cine argentino. Una historia mínima, pocos personajes, preponderancia de los silencios. Hay algo en su atmósfera que le confiere una bienvenida rareza. Tal vez sea la aparente simpleza que la recorre, simpleza que se enhebra en un relato de profunda humanidad. Como en los cuentos de Raymond Carver, una anécdota (la chica que pierde a su perra, en este caso) sirve para observar toda una red de asociaciones en torno a lo que denominamos “cultura”. Michelle Williams asume toda la melancolía que la película necesita, y reconfirma que es más que la viuda de Heath Ledger: es una gran actriz.
Excursiones, de Ezequiel Acuña. Con su tercer largometraje, Ezequiel Acuña perfecciona su estilo. Un estilo que no carece de reminiscencias, de celebración de la amistad masculina, de un humor sutil y bien delineado. Recuperando a los personajes de su corto Rocío, Acuña los enfrenta al paso del tiempo. Su película tiene un tono ligero, despojado de impostaciones, que –a diferencia de sus dos primeros films- amplía su arco generacional y consigue capturar otros públicos. Excursiones trata sobre el reencuentro de dos amigos, en un blanco y negro que tiene mucho de nostalgia, pero cuyo resultado final nos deja bien sonrientes.
El canto de los pájaros, de Albert Serra. Este enfant terrible del cine actual sigue en la misma senda que Honor de Caballería (planos larguísimos, pura contemplación, mínimos núcleos narrativos) pero esta vez en impecable blanco y negro. Serra pone su ojo sobre los Reyes Magos y el camino que los lleva al recién nacido Jesús. Se trata de un cine experimental, extremo, equiparable al de Bresson pero con vuelo propio. ¿Film sobre un transe religioso? ¿Film sobre la necesidad de afianzar una mitología? ¿Revisionismo áspero? ¿Todo eso junto?
Barba azul, de Catherine Breillat. La directora de Romance y Una antigua amante (presentada en este mismo festival, el año pasado) entrega una película pequeña en recursos pero muy bien cuidada en todos los rubros. El relato se bifurca y muestra la relación de dos pequeñas hermanas, una de ellas ansiosa por aterrar a la otra con la lectura de Barba azul, segunda línea que desarrolla la realizadora. Más allá del apéndice ilustrativo, el relato enmarcado funciona como disparador de temas como el poder de la imaginación y lo ominoso en la literatura. Con una producción acotada y una capacidad muy acertada para explorar climas tenebrosos a través de las miradas y los pequeños gestos, Breillat indaga en el carácter mítico del personaje, un noble feo y déspota que asesina a sus mujeres. Una muestra de cómo hacer cine de época bien entendido.
Montaña sin árboles, de So Yong Kin. La segunda película de esta directora coreana reconfirma la sutil mirada presente en In between days, ganadora hace dos ediciones. En este caso, su ancla sobre las vivencias de dos niñas, ya no dos adolescentes como en el film anterior. Dos hermanas que son abandonadas primero por el padre, luego por la madre y finalmente por la tía. El relato deja una profunda melancolía, pero no cede ante la desesperanza. Por el contrario, puede ser pensado como un alegato sobre la resistencia, aún en los más desprotegidos. Una pequeña gran película que pasó inadvertida por el Jurado Oficial.
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Ezequiel Obregón