20 mayo, 2008

Ficción y realidad: Automáticos

Definición de automático: Dicho de un mecanismo que funciona en todo o en parte por sí solo. Palabras relacionadas: arma automática, cajero automático, contestador automático, fusil automático, piloto automático, portero automático, caja de cambios automática, etc.

Desde el inicio de la obra pensamos en todo lo que puede derivar de la palabra, a modo de adelantarnos un poco a lo que podremos encontrar sobre el escenario. Pero, ya en la sala, en la butaca correspondiente, al frente, vemos los aparatos y electrodomésticos vinculados con el tema.
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Se inicia la función: poco a poco entran en escena los adolescentes que deben llevar adelante un proyecto de ciencias para ganar un premio que les dará la posibilidad de viajar a Chile. Entre idas y vueltas, en el transcurso de la obra se van abordando temas fundamentales como la familia, la personalidad, el liderazgo, la belleza, la bulimia y la anorexia, la primera relación sexual, las debilidades, las disfunciones en todas las variantes posibles, la muerte, los sueños, la música y el cine; entre otras cuestiones que se pueden despertar en cada uno de los espectadores.

El ritmo de la obra es totalmente cinematográfico, al estilo de las películas yankees para jóvenes. Desde ese estilo se crean de forma asombrosa diferentes climas, que van de la historia fresca y juvenil al terror de una noche de tormenta. Rayos rojos manifiestan el extremo problema ambiental (que narra la historia y no se encuentra muy alejado de la realidad) y le dan vida -al mejor estilo Mery Shelly- a los maniquíes que permanecían prácticamente inmóviles. Resultan destacables los momentos de terror tan bien logrados por todo el equipo, especialmente a través del sonido, la iluminación, los actores, y la dupla de directores: Javier Daulte (con otra obra en cartel que comparte la temática: “La Felicidad”) y Luciano Cáceres.

Se destaca la actuación de Pilar Gamboa en el papel de Cristina, una verborrágica y temperamental joven que capta la atención sin caer en un personaje sobreactuado.
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Como no podía ser de otro modo, al tratarse de gente de corta edad, era infaltable una coreografía al mejor ritmo de Pata Pata, que atrapa a los púberes de hoy y del ayer. Momento en el que impacta en nuestra mente la imagen y voz incomparable de la sudafricana Miriam Makeba. Los nostálgicos y los curiosos pueden pasar por: www.youtube.com/watch?v=85_9mKTg_Do&feature=related para revivir el éxito de 1966.

Automáticos es una obra que se puede ver en familia, ayuda a entender algunas actitudes de los adolescentes y también repasar esa etapa para quienes la superaron a pesar del desfasaje temporal.

Una puesta ideal para charlar largo y tendido finalizada la función. Es un placer contar con esta obra en la cartelera porteña. No se la pierda.

Todos los viernes a las 23:30hs en el Teatro del Pueblo, Av. Roque Sáez Peña 943, Teléfono: 4326-3606, entradas $20.

Georgina Falbo

Mora: Mariana Chaud
Brad Pitt: Ludovico Di Santo
Fina: Lorena Forte
Cristina: Pilar Gamboa
Carol: Tamara Kiper
Pelirroja: Leticia Mazur
Morocha: Verónica Mc Loughlin
Toni: Willi Prociuk
Omar:Ignacio Rodríguez de Anca
Asistentes de dirección: Mara Guerra - Sergio Aiello
Asistentes de producción: Héctor Bordoni - Lucas Cánepa
Escenografía y Vestuario: Luciano Cáseres- Javier Daulte
Diseño escenotécnico: Agustín Garbellotto
Realización escenográfica: Agustín Garbellotto- Héctor Bordoni
Iluminación: Mariano Rugiero
Selección musical: Javier Daulte
Coreografía: Leticia Mazur & Javier Daulte ( en base a la coreografía original de Nuria Lagarda & Javier Daulte
Dirección: Javier Daulte & Luciano Cáceres

Milonguita, los hombres te han hecho mal

Arrabalera como pocas, Marcela Paoli, en su espectáculo Delikatessen Haus ofrece un recorrido de la mano del tango canción por la vida de Blanca, personaje creado por Weisbach y Linnig en 1920.

La obra es un show de tango teatral en el que Paoli se destaca y es acompañada por Gustavo Twardy en piano. Se trata de un espectáculo inspirado en el sainete escrito por Alberto Weisbach y Samuel Linnig, estrenado en la Opera de Buenos Aires en 1920. Por esa época la prostitución era ilegal y Lenning compone el tango dedicado a la Milonguita del momento, que daría su alma por vestirse de percal. Por entonces el tango Milonguita fue interpretado por primera vez por Maria Esther Pomar.

La historia cuenta que Blanca entra a trabajar en el Bar Alemán de Buenos Aires, Delikatessen Haus, como integrante de una orquesta (lugar que le sirve a Paoli para demostrar sus habilidades con el violonchelo, cantando en alemán). Pero Blanca es una mujer condenada a vivir rodeada de sus fantasmas (causados por las borracheras, los malos tratos, los brindis, el adulterio, los patoteros, la música, la sangre, el pasar hambre…) y amores perdidos, que la hacen transitar por diversos sentimientos y estados de ánimo que la llevan a lidiar con la locura y la libertad.

En ese viaje que proponen los autores el espectador se encuentra con una obra cargada de humor negro y un profundo anhelo por rescatar a las mujeres como Blanca que necesitaban recuperar su vuelo.

Entre los temas que interpreta Paoli se destacan: Pudimos ser el sol (letra de Patricia Ferro Olmedo y música de Sacri Delfino), Vamos Nina (letra de Horacio Ferrer y música de Astor Piazzolla), La pulga y La Vaselina (inolvidables en la voz de María Yánez, la Bella Dorita).

El espacio en el que se desarrolla la obra es pequeño, pero muy bien aprovechado, puesto que es utilizado cada rincón; desde el patio a espaldas del espectador hasta los rincones, escalones, y una ventada que da a la calle. Lo hacen rendir y consiguen que cada objeto estratégicamente colocado cumpla todas las funciones posibles, tal es el caso del copón de agua que junto con la iluminación causan un efecto incomparable.

No se puede pasar por alto el vestuario realizado por María Prior, de perfecto blanco con brillo y plumas al inicio y de agonizante negro con piedras en el final. Los dos cambios le dan mucha fuerza al personaje de Blanca, la enmarcan y Paoli los sabe llevar y hacerlos piel del personaje.

El espectáculo es un recorrido imperdible por una Casa de Delicadezas. Especialmente para las mujeres, que conocen de angustias y hombres que hacen mal. Y para hombres, que deseen comprender un poco más sobre su lado femenino y cómo entender y cuidar a una papusa.

Georgina Falbo

Género: Sainete / Actriz y cantante: Marcela Paoli / Idea y Dirección: Marcela Paoli / Iluminación: Darío Dukah / Piano: Gustavo Twardy / Vestuario: María Prior
Centro Cultural Caras y Caretas, Venezuela 370, San Telmo / Horario: viernes y sábados 21:30hs. / Entrada: $20

El mago a mitad de camino (amarillo)


Siempre resulta atractivo encontrar en la cartelera espectáculos que retomen o se basen en clásicos de la literatura infantil (y no tanto). En el caso de El mago de Oz, existieron siempre una infinidad de versiones, por lo general en el circuito off. La versión que acaba de estrenarse en el teatro Broadway es una adaptación de Marisé Monteiro y tuvo su estreno años atrás con el protagónico de Soledad Silveyra.

Teniendo en cuenta la impronta del texto original de Frank Baum, y sobre todo el recuerdo que dejó en tantas generaciones el film de Victor Flemming (con Judy Garland inmortalizándose con su Over the rainbow), no es tarea sencilla aproximarse a este clásico. Esta versión presenta aciertos, sobre todo desde la dramaturgia de Monteiro, pero también tiene puntos que no terminan de convencer.

La puesta dirigida por la eficaz Valeria Ambrosio (Rent, Ella, entre otras) respeta el camino pautado por Baum que muestra el recorrido de Dorita (Ivanna Rossi) cuya finalidad es conocer al famoso mago y pedirle que la ayude a volver a su hogar. Trayecto en el que conoce al hombre de lata (Dan Breitman), el Espantapájaros (Diego Bros), y el león (Diego Mariani): cada uno de ellos tiene también un deseo para pedirle al poderoso mago de Oz que sea cumplido.

Entre los principales aciertos se encuentra la actuación de Rossi, quien a fuerza de una arrolladora gracia en el canto y el baile consigue la inmediata empatía con el público. Sus compañeros de viaje acompañan a la actriz sin desentonar, pero las escenas que suman a las dos brujas (la buena y la mala, interpretadas por Virginia Kaufmann y Natalia Cociuffo respectivamente) agregan caos a la puesta, que quizás se solucione a medida que avancen las funciones.

Algunas elecciones estéticas rompen el encanto de la imagen de fábula infantil construída desde lo escenográfico, como la ropa de estilo sadomaso de la bruja mala, o la incorporación del video que a veces es muy efectivo (en la recreación del tornado, por ejemplo), pero la mayoría de las veces es apenas decorativo.

La aparición del Gianola (el mago) resulta un poco decepcionante: sus 15 minutos en escena podrían haber sido más efectivos si su participación (amparada mayormente en el impacto publicitario) hubiera estado a la altura de la protagonista y las buenas ideas que recorren las coreografías, si bien algunas son un poco elementales.

No obstante, tanto la actuación de Rossi como los aspectos de puesta que apuntamos como positivos, hacen que este Mago de Oz valga la pena tenerse en cuenta.

Ezequiel Obregón


Fabián Gianola: El Mago de Oz Ivanna Rossi: Dorothy Virginia Kaufmann: La bruja buena del norte Natalia Cociuffo: La bruja mala del sur Diego Mariani: El león Diego Bross: El espantapájaros Dan Breitman: El hombre de hojalata
Dirección general: Valeria Ambrosio Libro: Marise Monteiro Música: Martín Bianchedi Producción: Carlos Troncoso

Funciones: Sábados y Domingos 17:00 Hs.

EnSinapsis te invita al teatro

Hola amigos lectores, en esta oportunidad los invitamos a ver La doble muerte del Sr. Miguelets.

"Una obra de suspenso, en el marco del género policial.
Todo comienza con la muerte del Sr. Miguelets.
A partir de allí, se desplegará todo un itinerario de hipótesis y declaraciones en un
permanente cruce de testigos que se contradicen y confunden."

¿Cómo obtener un par de entradas? Escriban a ensinapsis@gmail.com, dejando número de documento, nombre y apellido, y un teléfono.

La obra puede verse los sábados a las 21:30 en el Teatro IFT, Boulonge Sur Mer 547.

03 mayo, 2008

Pateando prejuicios

La nueva película del realizador Janar Panahi se suma a esa ya larga tradición de films del Medio Oriente que hablan de la condición de la mujer en la sociedad: Osama, Kandahar, o A las cinco de la tarde son apenas unos ejemplos representativos. Aquí el argumento es mínimo, y refiere a la intención de una joven de asistir a un clásico partido de fútbol, equiparable a nuestro River-Boca. Narrado en tiempo real, el relato sigue el trayecto de la entusiasta para intentar evadir el control del espectáculo (las mujeres no pueden acceder a ver partidos de fútbol en Irán), y lo hace marcando una cercanía absoluta con el personaje, quien a la media hora de la película ya se habrá ganado la empatía del espectador.

La cámara en mano acentúa la sensación de inestabilidad y ansiedad de la muchacha. Este hecho (en apariencias cotidiano, porque si bien Offside se enfoca sobre un solo personaje, en un momento determinado señala la recurrencia de tal peripecia) denota un estado de situación social que se extiende en toda la cultura iraní.

Por sobre todas las cosas, el mayor logro de Offside es ser una película entretenida, con pulso narrativo y una capacidad de observación cotidiana poco frecuente para el cine occidental. El manejo de la tensión se sostiene también por un apropiado uso de la banda sonora, que sabe diferenciar los silencios de la omnipresente “hinchada” en beneficio del relato. El final es –acaso- una de las mejores celebraciones vistas en el cine en el último tiempo.

Ezequiel Obregón

Offside (Irán/2006). Producción, edición y dirección: Jafar Panahi. Con Sima Mobarak-Shahi, Shayesteh Irani, Ayda Sadeqi, Golnaz Farmani, Mahnaz Zabihi. Guión: Jafar Panahi y Shadmehr Rastin. Fotografía: Rami Agami y Mahmoud Kalari. Música: Yuval Barazani y Korosh Bozorgpour. Diseño de producción: Iraj Raminfar. Distribuidora: 791cine. Proyección en DVD (pantalla gigante). Duración: 93 minutos.

Melodrama hecho con porcelana fría: Crimen y Lujuria

La nueva película del prolífico Ang Lee (Sensatez y Sentimiento, El tigre y el dragón, Secreto en la montaña) luce tan lujosa como fría. En exceso programática, luego de verla sentimos la sensación de que todo estuvo en su lugar correcto: la música de carácter operístico, la sofisticada fotografía, el vestuario preciosista, el excelso diseño escenográfico. Demasiado cálculo para una película que se centra en pasiones encontradas, ambigüedades políticas, dualidades morales, y –hacia el final- una sexualidad a flor de piel.

Crimen y lujuria se basa en un cuento de una celebrada autora china ya fallecida, y narra la historia de una joven idealista (Wei Tang, un descubrimiento a tener en cuenta) que es invitada a formar parte de la resistencia china ante el avance japonés. El primer intento deviene fallido, pero gracias a éste podrá embestir su personalidad de seducción y capacidad de manipulación, la que le servirá para escalar hasta el circuito íntimo del poderoso Mr. Lee (Tony Leung), un frío y malvado funcionario colaboracionista.

Luego de esa primera aproximación al contexto histórico y a la caracterización de los personajes, el metraje se volverá excesivo, a fuerza de reiterar situaciones y prolongar el ambiguo acercamiento entre los dos protagonistas, que hubiera sido más aprovechado si la trama no se hubiera vuelto tan sobre-explicativa. Todo lo contrario ocurría en El libro negro, el film de Paul Verhoeven en donde la capacidad narrativa estaba puesta no sólo en el diseño, sino también en las contradicciones de los personajes principales.

Así, Crimen y Lujuria termina siendo un film político carente de impacto político, un melodrama a mitad de camino, que (sí, hay que decirlo) tiene algunos de los encuadres más “bellos” vistos en el cine, pero que lucen como eso: imágenes, disueltas a lo largo de una larga cinta.

Ezequiel Obregón

Crimen y lujuria (Lust, Caution/Se, Jie, Estados Unidos-China-Taiwán-Hong Kong/2007). Direccion: Ang Lee. Con Tony Leung, Wei Tang y Joan Chen. Guión: James Schamus y Hui-Ling Wang. Fotografía: Rodrigo Prieto. Música: Alexandre Desplat. Edición: Tim Squyres. Diseño de producción: Lai Pan. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 157 minutos. Apta para mayores de 18 años.

ENTREVISTA CON JOSE LUIS GUERIN

En el marco del BAFICI tuve la posibilidad de dialogar con el cineasta español José Luis Guerín, quien presentó su excepcional díptico compuesto por En la ciudad de Sylvia y Unas fotos en la ciudad de Sylvia. Compartimos opiniones sobre sus dos películas, pero también recorrimos aspectos esenciales sobre qué es el cine hoy, y cómo puede concebirse la imagen fílmica. Lo que se dice: un lujo.

“Yo necesito mucho sentirme parte de una trama. Eso me distancia, muchos cineastas jóvenes cubren o aprecian el cine desde Spielberg, Cóppola y desde allí en adelante. A mí me gusta pensar que lo que me diferencia de la televisión es que en el cine tenemos una memoria, una memoria que se inicia con los hermanos Lumiere. Sentimos la fraternidad de los cineastas: una trama con la que me siento en deuda, porque me considero un espectador muy agradecido”. Casi como un manifiesto personal, así se inicia nuestro diálogo con Guerín. Luego retomará la cuestión de la imagen primigenia, aquella que ve su nacimiento en los Lumiere, más de un siglo atrás. A través de nuestro extenso encuentro, el realizador fue esbozando un perfil de artista, un verdadero artesano del tiempo.

Sobre la cinefilia nos dijo lo siguiente: El lado más odioso de la cinefilia es el guiño fortuito, y que reconozco en muchos cineastas. Hay cineastas que filman la Gran vía de Madrid como si fuera la Quinta Avenida. Son incapaces de ver sus calles, están alienados con una acumulación de referencias y diálogos que remiten a otras películas. Es un guiño muy empobrecedor. Es importante rescatar las ideas de los cineastas, aquellos que podían pensar sus ciudades y la gente. Cuando el cine deja de servir para ver mejor las cosas y la vida, sirve para no ver. Se convierte en algo endogámico, cerrado sobre sí mismo.

Los críticos me han hecho ver que mis películas están organizadas en dos tiempos: un pasado mítico y un presente. Pero me agota pensar en lo que hago yo. El tema del cine siempre acaba en el tiempo. Lo que haces es capturar trozos de tiempo.

En una nota comentaste que tu último cine estaba embestido de cierta belleza en los rostros y los espacios, en respuesta a quienes veían en tu filmografía un cine enteramente social.

Hay una mirada sobre el cine social que me parece restrictiva: “Filmar a los pobres es social, filmar a la burguesía no”. Yo nunca me he creído esto, yo creo que lo social es mucho más complejo que filmar trapos sucios. Cuando en España se intentó hacer una emulación del neorrealismo italiano, se quedó todo en lo superficial y pintoresco. Era como que filmar las ropas tendidas en las calles populares era hacer neorrealismo. No quiero renunciar en absoluto a un cine de vocación popular, pero sí es verdad que después de cinco años de haber estado en foros de cine y derechos humanos, cine y especulación urbanística, cine y emigración, quería salir de ahí. En El la ciudad de Sylvia existe lo social también, porque la mirada no es la misma mirada que la del soñador. Se está contraponiendo constantemente la realidad social de la ciudad. Hay mujeres de distinto tipo. Hay un entorno objetivable. Si el soñador sale precipitadamente de sui mesa y una cerveza se cae, espero a ver el trabajo que produce ese accidente en la camarera que ha de limpiarla. Se trata de mirar las relaciones de causa y efecto entre las personas. Para mí eso es una mirada social. No en primera instancia como en En construcción, en donde la ciudad era una metáfora social de una transformación, y en En la ciudad de Sylvia es una evocación de la mujer ausente. Pero lo social está presente de otra manera.

Está muy presente la idea de la mujer-misterio.

Pensaba en Dante, en Petrarca, en La fugitiva de Boudelaire. Yo creo que mi generación ha tardado en aceptar la propia cultura. En mi adolescencia éramos muy despectivos con nuestra propia cultura. Idealizábamos lo de afuera. Nos sentíamos un poco humillados con lo propio, se trataba de la época de Franco.

Sobre el género cinematográfico, sostuvo: “Yo estoy muy agradecido al western, es el género de mi infancia. Mi epopeya natural es el western. Conozco mucho mejor la historia de los Estados Unidos porque me la contaron los western: la construcción del ferrocarril, la Guerra de Secesión, el conflicto entre ganaderos y agricultores. No veo esa nobleza en el cine actual norteamericano. Tampoco veo atisbo de cultura popular en el cine americano actual. Los western con los que yo me formé tenían un gusto por la cultura popular. No hay que confundir cultura popular con cine comercial, son cosas distintas”.

¿Qué nos podés decir sobre la relación entre ficción y documental?

Lo vivo como una renovación de la dramaturgia. Hay algo en la dramaturgia del cine clásico que se me antoja ya academicista. El documental viene a ayudarnos a renovar la forma de filmar personas, cuerpos, diálogos. En el documental importa ese aire nuevo de la realidad, de crear situaciones en lugar de imponerlas. Por otro lado está el deseo de control, que viene del cine de ficción. La idea de poder controlar la iluminación, el silencio...

Volviendo a En la ciudad de Sylvia, hay una elaboración muy grande sobre la noción de belleza.

En la elección del actor me ayudó mucho el equipo, que estaba formado mayormente por mujeres. Ellas me hicieron ver con mucha lucidez que hubiera sido algo demagógico hacer que tantas chicas hermosas hayan sido observadas por un muchacho feo. Estaba el registro de idealización. Hay algo de fábula medieval, del muchacho que busca a la dama en el laberinto. Estaba bien ese registro, y un personaje que se identificara con la imagen del soñador. Fue importante que las mujeres de mi equipo me señalaran que el muchacho no podía ser feo.

Debía ser importante evitar huellas que singularizaran al personaje. Con el actor trabajamos hipótesis sobre quién era él, para comenzar a hacer algo. Sin embargo teníamos que evitar que se lo identificara con una ciudad, un trabajo. El personaje se va definiendo por aquello que mira. El espectador –de manera inconsciente- está haciendo su proyección sobre quién es ese individuo. Hice una renuncia a lo psicológico, lo primordial en la película es el gesto.

¿Cómo pensás tu mirada en relación a la tradición cinematográfica?

Q
uienes hemos visto muchas películas corremos el riesgo de que nada nos sorprende, por eso cuando se hace una película es una operación olvidarse de todo y volver a sorprenderse por las cosas más sencillas: filmas un árbol, y piensas que sos el primero que filma un árbol. Es una ingenuidad, pero hay que preservarla. Por eso me gusta ver las películas de los Lumiere, porque ellos se sorprendían de todo. Nuestro peligro es el espectador resabiado, aquel al que nada lo sorprende, y que ha perdido la confianza en la mirada, porque los efectos especiales hacen que sea todo posible: nada sorprende.

Ezequiel Obregón

El camino hacia el duelo: El secreto del bosque

La primera película de la realizadora japonesa Naomi Kawase que se estrena en Argentina es una invitación a ser espectador de un cine físico, pero al mismo tiempo introspectivo. Esto que –en apariencias- parece ser una contradicción, esconde una síntesis que seguramente tiene mucho de filosofía oriental, pero que –en verdad- alcanzará dimensión emotiva en cualquier espectador del mundo.

Una trabajadora social emprende un viaje con un anciano que vive en un geriátrico, en un estado de angustia permanente tras haber enviudado. La mujer también vive un proceso de duelo tras la pérdida de su hijo. La mirada clínica de ella será “arrebatada” por la experiencia que surge luego de que ambos se pierdan en un bosque. Al mismo tiempo, esa perdición territorial marcará un íntimo encuentro entre ambos y consigo mismos.

Kawase desarrolla una puesta en escena contemplativa. Las tomas panorámicas que muestran la acción del viento en los árboles son contrastadas con los pasos, tropezones, mínimos gestos y miradas de los dos personajes. Al tiempo que soportan las adversidades que el medio les impone, se va tejiendo entre ambos una red de complicidad, primero física y luego sentimental, ligada a las carencias con las que ambos deben vivir.

El tramo final es casi silencioso, y lleva impreso uno de los momentos más intensos del reciente cine. Con una premisa pequeña pero contundente, y una singular capacidad de observación, Kawase se ganará el aplauso del público local, quien tendrá posibilidad de ver Shara (su anterior largometraje) durante este año.

Ezequiel Obregón

El secreto del bosque (The Mourning Forest / Mogari no mori, Japón-Francia/2007). Guión y diección: Naomi Kawase. Con Machiko Ono, Shigeki Uda, Makiko Watanabe, Yoichiro Saito y Kanako Masuda. Fotografía: Hideyo Nakano. Musica: Masamichi Shigeno. Edición: Tina Baz y Yugi Oshige. Dirección de arte: Toshihiro Isomi. Distribuidora: CDI. Duración: 97 minutos. Proyección en DVD (pantalla gigante). Salas: Arteplex Centro, Arteplex Belgrano y Dúplex Caballito.

BABILONIA, de Armando Discépolo

En 1925, se estrena esta obra de uno de los autores más importantes del teatro argentino, referente de muchos de nuestros dramaturgos y amado por los intérpretes, quienes disfrutan de la carnadura de sus creaturas. Babilonia fue presentada en dos oportunidades en el Teatro San Martín: en 1968, dirigida por Juan José Bertonasco con un elenco encabezado por Roberto Airaldi y en 1984, dirigida por José Bove e interpretada, entre otros, por Roberto Carnaghi, Pachi Armas y Juana Hidalgo. También trabajaban Noemí Morelli y Rodolfo Rodas, que participan de esta nueva puesta.

Esta “hora entre criados” tiene mucho de sainete. En el fresco no faltan ni la borrachita ni el criollo astuto ni la joven bonita, seductora y seducida, ni lo pintoresco de los dialectos variados. Tampoco la figura del empleado torpe que causa gracia con su sola presencia (Alcibíades) o con su picardía, como es el caso del pinche, Cacerola. Babilonia posee ya, cabe puntualizarlo, fuertes pinceladas grotescas. Aquí, la línea de acción – relacionada con el robo de una joya – es mucho menos relevante que la pintura de los personajes, inmigrantes y criollos, en esa “ensalada magnífica”, la Buenos Aires de aquellos años. Lejos de ser una pieza de relevancia puramente histórica y coyuntural, nos habla hoy de forma cercana y contundente.

Aquí, el infierno que viven los de abajo, inmersos en una Babel de incomprensión, celos y sentimientos miserables, se ve matizado por actitudes más solidarias y deseos de una mejor vida ganada a fuerza de trabajo. La violencia de las relaciones da paso a la comicidad física de efecto inmediato, la burla y la ironía ácida que hacen más digerible la oscuridad. Además, la nostalgia inevitable por la tierra que se ha dejado. Hasta la cocina llegan los ecos de la fiesta de los patrones, indiferentes a las penurias de sus empleados; los de arriba, olvidados de su humilde origen, mezquinos y soberbios: frente a ellos, los criados hacen causa común, aunque entre ellos anide la traición.

El mundo de la casa no se presenta sólo como metonimia de una época y una sociedad que no consigue amalgamarse y se extiende en un grito que atraviesa el presente. Habla también del fracaso de las ilusiones individuales, de la simulación tras la que se ocultan las verdaderas intenciones tanto como el sufrimiento más intenso, del pobre papel del artista que se frustra porque no encuentra su lugar. Lo dice de modo simple, con envidiable condensación, con la fuerza del lenguaje culinario y popular.

El Teatro de la Ribera, en La Boca aparece como un espacio natural para la representación. Sin embargo, la sala, ancha, con un escenario de gran tamaño, no condice con el hacinamiento que la didascalia inicial propone y el conflicto planteado requiere. La obra transcurre en la cocina de una casa de familia acomodada, en un sótano, en el cual los criados chocan literal y metafóricamente. Roberto Mosca, el director, opta por no reducir las dimensiones del espacio escénico y elige no amontonar a los personajes, lo cual, como contrapartida, abona a favor de la claridad en la presentación de las situaciones y la identificación de los rasgos distintivos de cada quien.

En un elenco desparejo – se reseña la segunda función, el tiempo ajusta la puesta - destacan Roberto Mosca, con un Piccione expansivo y potente, Cutuli, en la piel del inexperto mucamo suplente Alcibíades, Pepe Monje, criollo con aire gardeliano, Anabel Cherubito, graciosa y expresiva y el joven Emiliano Dionisi. Es ajustada la iluminación y la música de Luis María Serra aclimata con justeza. En cuanto al vestuario, a tono con la escenografía, nos habla del mundo gris en el que están sumergidos los personajes de abajo. No ha perdido potencia la obra de Discépolo, a quien Gambaro llamó tan certeramente “nuestro dramaturgo necesario”.

Clara Ibarzábal

Autor: Armando Discépolo / Actúan: Roberto Castro, Anabel Cherubito, María Comesaña, Cutuli, Rocco de Grazia, Ricardo Díaz Mourelle, Emiliano Dionisi, Maia Francia, Carlos Kaspar, Patricia Kraly, Pepe Monje, Noemí Morelli, Roberto Mosca, Rodolfo Rodas, María Elina Ruas / Vestuario: Renée Diviú / Escenografía: Roberto Almada / Iluminación: Miguel Morales, Roberto Mosca / Música: Luis María Serra / Dirección: Roberto Mosca

TEATRO DE LA RIBERA: Av. Pedro de Mendoza 1821. / Capital Federal - Buenos Aires - Argentina / Teléfonos: 4302-1536 Venta 4302-9042 / Entrada: $ 25,00 y $ 20,00 - domingo - 12:30 hs / Entrada: $ 15,00 - jueves - 20:00 hs / Entrada: $ 25,00 y $ 20,00 - viernes y sábado - 20:00 hs

Cantar las 40

“Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David // Hoy por ser día de tu santo te las cantamos aquí…”

Con el tradicional saludo mexicano para los cumpleaños inicia la obra Verónica (Ana María Cores), quien ingresa a la escena con una torta que tiene 10 velitas encendidas.

Impacta la situación de contraste entre festejo y agonía, debido a que el homenajeado se encuentra en un coma irreversible. La escena transcurre en un salón dorado de baile, donde su marido está conectado a infinidad de complejos aparatos médicos y ella se despacha con una larga lista de confesiones. La obra del español Roberto Lumbreras Blanco invita a pasear por diversas emociones que la protagonista va hilvanando; de la piedad al desprecio, de la dulzura a la crueldad, de la dedicación al rechazo, de la comprensión a la venganza. Todo sucede en ese cuarto de terapia intensiva montado dentro del palacio del Rengo, a quien la protagonista complace a modo de intercambio.

La realidad en que vive Verónica la lleva a encontrar diferentes maneras de sobrevivir, para lo cual hace concesiones y traiciona los ideales en los que creía en otros tiempos. Una mujer con sus encantos que trata de llevar su vida (y la de su marido) de la mejor manera posible.

La obra, un fuerte y agudo monólogo, tiene buen ritmo. Ana María Cores brilla en su papel y se la ve espléndida, uno de sus mejores momentos, bajo la dirección de Lía Jelín. El espacio donde se brinda la obra es bellísimo, la sala Luisa Vehil (Salón Dorado), que abre su cortinado con esta obra (antes se le daba otros usos: conferencias, actos y reportajes entre otros). Resulta gratificante que se pueda contar con nuevos espacios dentro de los teatros tradicionales como es el Teatro Nacional Cervantes.

Para destacar, la tarea de Alberto Bellatti a cargo de la escenografía y el vestuario, realzando el dorado del lugar al hacer acople del mismo en el mobiliario y un vestuario funcional que pone de manifiesto las características de la personalidad del rol femenino.

Una obra con preguntas y respuestas, no se la pierda.

Georgina Falbo

Canción de cuna para un marido… en coma / Adaptación y Dirección: Lía Jelín / Con: Ana María Cores / Asistencia de dirección: Silvina Rodríguez / Iluminación: Alejandro Le Roux / Diseño de escenografía y vestuario: Alberto Bellatti. / Lugar: Teatro Nacional Cervantes, Av. Córdoba 1155, Teléfono 4816 4224 / Funciones: viernes y sábados a las 19.00 horas. Domingos a las 18.30 horas. / Localidades: 20 pesos

AGUAS, de Marcelo Katz

Patio del aljibe del Centro Cultural Recoleta colmado. Tras las enormes palmeras, cortinas de hule con líneas verdes y azules sobre las que se desliza agua coloreada. Ingresa un grupo grande de payasos; una de ellas, separada del grupo, tímida, se apoya contra la palmera.

El cuadro de la maestra (y algo más) y su diálogo con el abanderado genera el inmediato goce del público: ya entraron en la dinámica que propone esta serie de escenas vinculadas – como el
nombre del espectáculo lo aclara – por el agua. Es un rasgo distintivo de los trabajos de Katz, que presencia la función y toma nota para futuros ajustes: los actores disfrutan jugando y ese deleite contagia a los espectadores de todas las edades. De hecho, muchos guiños están dirigidos a los adultos, entre los cuales se percibe la agradable sorpresa de ver que el clown se dirige con arte a los adultos.

Algunos pasajes – que conjugan humor y ternura - son más logrados que otros. Destaco, entre ellos, el breve momento de la mujer con su taza de té, la escena del bar, la percusión con botellas descartables, la lección de surf – de interesante precisión técnica - , la desopilante y crítica situación del arreglo del baño y los dos cuadros finales: excelente el trabajo del particular sodero en imágenes de gran belleza y los paraguas que aparecen alternativamente tras los paneles.

Todos los objetos, ingeniosa, inteligentemente elegidos, tienen su razón de ser; nada sobra. En fin, un encuentro feliz con el teatro genuino, ése que se cimenta en la labor en el cuerpo y la gestualidad del intérprete y despliega magia con elementos cotidianos que se transforman ante los ojos admirados y llenos de gozo compartido.

Clara Irbazábal.

Autoría: Marcelo Katz / Intérpretes: Elsa Agras, Marcos Arano, Lucía Baya Casal, Luciana Buschi, Cecile Caillon, Demián Candal, Maximiliano Carrizo, Gabriel Cohan, Ángeles Cravero, María Milagros Fabricio, Adriana Ferro, Anibal Flamini, Adriana García, Tomás García Querol, Sebastian Godoy, Guido Guernik, Mercedes Hernández, Lourdes Herrera, Santiago Legón, Brigida Lozzi, Gabriel Martínez, Alma Montiel, Lisandro Penelas, Javier Pomposiello, Leonardo Quiroz, Damián Ramonda, Natalia Santiago, Irene Sexer, Alan Stivelman, Alejandro Talarico, Rivadavia / Ambientación: Analía Gaguin / Diseño de vestuario: Analía Gaguin / Diseño de luces: Fernando Berreta / Realización de escenografia: Analía Gaguin / Música: Federico Travi / Diseño gráfico: Sergio Lamamy / Asistencia de dirección: Nano Zyssholtz / Prensa: Daniel Franco, Paula Simkin / Producción: Iris Intilangelo / Dirección: Marcelo Katz

El espectáculo ya finalizó su temporada este año

La voz que hace vibrar al tango

Una vez más, Mariana Torres nos sorprende, esta vez con su disco “Tangos, milongas y candombes”. Se la conoce como cantante y actriz: se la puede recordar con facilidad en películas como El profesor Punk, en la tira de televisión Socorro Quinto Año (1990) y en teatro en El cuarto de huéspedes junto a Rosa Rosen. Ahora llega la etapa de la música, si bien es indiscutible que al nacer en una familia de artistas siempre estuvo presente en su vida la canción. Hoy su primer material nos puede llegar a todos en el formato de disco.

Con un registro vocal heredado de su madre, Lolita Torres, Mariana nos deleita con una selección de temas donde podemos destacar: Malena (Lucio Demare - Homero Manzi) a solas con Walter Ríos en bandoneón, Vida mía (Osvaldo Fresedo - Emilio Fresedo), Cuando tu no estás (Carlos Gardel – Marcel Lattes – Alfredo Lepera – Mario Battistella) y Candombe para Gardel (Rubén Rada), entre otros que lo harán disfrutar de un buen momento.

Como el nombre del material lo indica, nos invita a recorrer los tres géneros con claridad y precisión, dándole la intensidad necesaria a cada palabra para hacer creíble la historia que nos canta. Mariana tiene la calidez en su voz femenina que al tango le faltaba.

La artista presentará su nuevo disco el jueves 8 de mayo, 21:00 hs. en el Teatro ND Ateneo (Paraguay 918), con localidades desde $30.


TANGOS, MILONGAS Y CANDOMBES

Mariana Torres, cantante / Adrián Lachowicz, guitarra / Pablo Dente, guitarra / Walter Ríos, bandoneón / Javier Vargas, bandoneón / Eduardo Rezzano, percusión

Grabado en Buenos Aires entre 2005 y 2007 en los estudios El Pie, Mondo Mix y Quark

Producido por Gabriel Maluendez para Macaw Records

www.torresmariana.com.ar

Ensinapsis los invita al teatro

Hola amigos lectores, como siempre, los invitamos a ver espectáculos notables. En este caso, se trata de la obra Diagnóstico Rotulismo, la obra de Maximiliano de la Puente con dirección del mismo autor y Carolina Zaccagnini que puede verse en la Ciudad Cultural Konex, los miércoles a las 20:30 hs.

La obra relata la historia de dos pacientes que sufren una enfermedad lingüística, de origen desconocido: el rotulismo. Ambos son atendidos por la misma profesional: una mujer muy seductora. La cura jamás tendrá lugar. Los límites entre lo personal y lo profesional se borran en esta sesión interminable.

Para obtener un par de entradas, deben escribir a ensinapsis@gmail.com, dejando su nombre, DNI, y un número telefónico.