14 septiembre, 2007

Les Ephémères, un espectáculo del Théâtre du Soleil

La compañía fue fundada por Ariane Mnouchkine en 1964 - año en que estrenaron su primer espectáculo, Les petits bourgeois - con el objetivo de establecer nuevas relaciones con el público desde un teatro popular de calidad, alejado del burgués. El compromiso con la época actual está ligado también a la búsqueda de grandes formas de relatos que hagan confluir Oriente y Occidente. El grupo, conformado por actores de distintas nacionalidades, razas y creencias, está unido por una ética cimentada en la tolerancia y un trabajo colectivo que excluye los divismos: todos cobran lo mismo y el reparto definitivo de una puesta se decide después de que los actores ensayaron los diferentes papeles.

Dividida en pequeños cuadros, Les Ephémères “habla del instante: del presente que ya no es presente en el momento en el que pronuncio la palabra presente. Quizá, también, de la belleza de los seres, de lo difícil que nos resulta acercarnos a esa belleza y de que cuando a veces nos damos cuenta de que un instante es bello, entendemos que ya pasó.” Estrenada en 2006 en la Cartoucherie de París, presenta episodios soñados, invocados, evocados, improvisados y puestos en escena por los mismos miembros de la compañía bajo la dirección de Mouchkine, quien tenía al comienzo la intención confusa de hacer un espectáculo que hablara sobre los pequeños instantes salvadores. “Así empezamos a trabajar: con la cercanía y la certeza de que íbamos a desaparecer”.

Poco a poco, las situaciones y las imágenes se presentan ante los espectadores –ubicados en gradas enfrentadas- gracias al uso de plataformas circulares y rectangulares que se desplazan sobre ruedas. Los ojos se sorprenden al comienzo ante el realismo con que se recrean esos pequeños mundos, tanto en el gesto como en la escenografía y el vestuario. Pronto advierten la poesía que ese detallismo guarda en la amorosa reconstrucción. Mientras algunos intérpretes representan los distintos papeles, otros deslizan, detienen y hacen girar los escenarios móviles, de modo que es posible contemplar los fragmentos desde todos los puntos de vista. A lo largo de la obra, muchos de estos episodios, en los que la palabra cotidiana hace que prestemos mayor atención al universo visual y a la música, se van enlazando sutilmente y a la vez cada uno vale por sí mismo. Detrás de la estrategia escénica, se percibe una actitud de profundo servicio: el receptor absorbe esa fugacidad al poder tener una experiencia plena, gracias a los personajes encarnados con delicadeza y una precisión que nuca es fría, y al esfuerzo físico de quienes empujan las plataformas, también actores.

Hay un primer descanso breve, en el que la compañía misma brinda agua y galletitas a los asistentes, acto que se repetirá en la segunda parte. Durante el intervalo de una hora, los actores sirven comida preparada por ellos. Así se completa una comunión que será el signo dominante de la puesta, donde cada historia conmueve de modo diferente. En la segunda parte, las temáticas se adensan, lo que acentúa su interés dramático y humano. El trabajo del elenco es impecable; llama especialmente la atención la naturalidad de los niños y cabe destacar a Delphine Cottu y Juliana Carneiro da Cunha por la ductilidad para representar muy diferentes personajes y a Shaghayegh Beheshti, en su inolvidable Perle. La música acompaña sin estridencias esos instantes efímeros y la luz crea los climas de modo casi imperceptible.

La obra habla de los momentos en que pudimos ser felices y pasaron sin que nos demos cuenta. De recuperarlos porque nos damos cuenta tarde de valorar esos momentos. Hay que ser maduro y sabio para saber cuándo se es feliz.” Al finalizar la larga jornada, nadie quiere irse. El público aplaude, emocionado, deseando guardar en la memoria esa belleza vivida, sentida, compartida. Por un momento, se ha sabido feliz. Y no puede decir nada más.
Clara Ibarzábal

Idea: Ariane Mnouchkine
Intérpretes: Nathan Agranat, Shaghayegh Beheshti, Duccio Bellugi-Vannuccini, Charles-Henri Bradier, Sébastien Brottet-Michel, Juliana Carneiro da Cunha, Virginie Colemyn, Olivia Corsini, Delphine Cottu, Marie-Louise Crawley, Ruben Delgado, Eve Doe-Bruce, Emmanuel Dorand, Maurice Durozier, Camille Grandville, Astrid Grant, Nina Gregorio, Emilie Gruat, Amalia Guis, Dominique Jambert, Jeremy James, Marjolaine Larranaga, Virginie Le Coënt, Jean-Jacques Lemêtre, Elena Loukiantchikova-Sel, Vincent Mangado, Alexandre Michel, Alice Milléquant, Ariane Mnouchkine, Orane Mounier, Serge Nicolaï, Seietsu Onochi, Pauline Poignand, Matthieu Rauchvarger, Francis Ressort, Simon Rousteau, Andreas Simma
Música: Jean-Jacques Lemêtre

Web: http://www.theatre-du-soleil.fr

Este espectáculo formó parte del evento: VI Festival Internacional de Buenos Aires

La cola del avión

Ciertos datos permitían imaginar una puesta atractiva. Comenzando por la presencia de su mediática actriz y cantante –en este caso también dramaturga-, otra figura en ascenso -María Fernanda Callejón- con un notable crecimiento artístico en sus últimos trabajos, y la dirección en manos de un habitual colaborador de José María Muscari, quien con su obra anterior (El año del leberwurst) había logrado salir más que airoso; se esperaba una puesta atractiva. La sensación posterior deja cierta decepción, la idea de algo que pudo haber sido y –por excesos y demasiadas arbitrariedades- no fue.

El argumento se reduce al encuentro en un avión entre Julia (Brédice), quien viaja a Salta para asistir al entierro de su amiga; Paula, una provocativa y algo traumada azafata; y Juan, un hijo de desaparecidos criado por una familia fascista. De ese encuentro se sucederán situaciones de humor absurdo y de una falta de corrección política que, de a ratos, incomoda. Sabemos que ser políticamente incorrecto puede significar una virtud, en el teatro o en otras manifestaciones artísticas. Allí están Los Macocos, que confirman este presupuesto. Aquí esa elección se resume a un conjunto de diálogos vacíos e irritantes.

Mientas que en “El año del leberwurst” la fragmentación era congruente a la propuesta estética de la obra, aquí no termina de convencer. De manera desprolija se interrumpen las escenas dialogadas para que intervengan dos bailarines, o una suerte de performer queer que hace play-back con canciones de Madonna o entona algunos versos altisonantes. Hay una escena lésbica que no aporta demasiado a la historia, y actuaciones que denotan cierto anti-psicologismo absurdo que tampoco termina de convencer.

Es destacable un monólogo interpretado por Callejón, quien pone todo su rictus y su voz al servicio de una suerte de “confesionario de desgracias” ciertamente desmesurado, pero intenso y convincente. La escenografía, muy bien producida, es otro punto a favor de este espectáculo fallido.

Ezequiel Obregón.

Autoría: Leticia Bredice

Actuaciones: Leticia Bredice, Maria Fernanda Callejon, Pasta Dioguardi - Performers: Juan Manuel Cabrera - Bailarines: Gaston Diaz
Vestuario: Lola Carballo - Escenografía: Emiliani Miliyo - Iluminación: Irene Aschero, Gaby Calvo - Maquillaje: Jazmin Calcarami -
Realización de utileria: Claudio Perez - Edición de sonido: Tomas Molina Lera - Fotografía: Luis Gaspardo, Marcos López - Diseño gráfico: Romina Astariz - Asistente de producción: Romina Astariz, Marina Safranoff - Asistencia de dirección: Maruja Bustamante - Prensa: Raquel Flotta - Producción ejecutiva: Fernando Madedo - Productor comercial: Valeria Buechele - Productor asociado: Matias Olivera - Producción general: Martín Alomar, Ricardo Manetti - Coreografía: Mey-Ling Bisogno - Dirección de arte: Martín Alomar, Cristian Morales -
Dirección: Cristian Morales

EL CUBO
Dirección: Zelaya 3053 - entre Jean Jaures y Anchorena (Abasto)
Teléfono: 4963-2568
Entradas desde: $20,00 - domingo - 21:30 hs / Viernes y sábado - 23:30 hs

Bienvenidos a Lynchtown

Sería imprudente no advertir al lector que esta es la propuesta más radical del realizador norteamericano, radical de por sí. Son las obras las que deben hablar de los artistas, y la avasallante multiplicidad de sentidos que se desprenden de Imperio son una síntesis de una carrera ya extensa, que incluye títulos como Cabeza Borradora hasta la exitosa El camino de los sueños. De este último film se desprenden ejes temáticos tales como la obsesión por la fama, el despótico sistema de Hollywood, el desdoblamiento de la identidad, entre otros, presentes en su nueva obra. Tales temas son amplios, imposible de subsumir en una sola película. Pero a Lynch no le interesa hacer una síntesis con ellas, su trabajo es acumulativo y ciertamente apabullante.

El relato desdobla tiempos, identidades, y mundos oníricos en relación a Nikki Grace, actriz en decadencia a la que le proponen un papel que puede significar una nueva oportunidad en su carrera. A mitad de camino se entera de que la película había sido filmada, pero jamás concluida tras la muerte de sus dos intérpretes, amantes en la ficción. Las múltiples bifurcaciones atacarán la percepción de la actriz, confundiéndola (y confundiéndonos a nosotros, espectadores) con su personaje. Los saltos temporales / espaciales confluyen en la dura vida de unas prostitutas polacas, una sit-com interpretada por hombres-conejo, un par de cuadros musicales, entre otras situaciones particularmente “lynchianas”.

Los distintos estratos ficcionales se irán superponiendo, dialogando los unos con los otros. De este modo Lynch pondrá a prueba todo su arsenal estético, en el cual el tratamiento de la imagen con una cámara de formato casero es la mayor novedad. Su grano imperfecto resulta más que congruente a su maquinaria visual, haciendo uso de encuadres muy cercanos a los movimientos de los actores. Nunca antes el horror había sido capturado de manera tan cerca.

Aquella radicalidad en la imagen no hubiera alcanzado su máxima expresión sin el trabajo de Laura Dern, capaz de ser una diva amable o una prostituta sufrida con tanta naturalidad. “Naturalidad”, extraña palabra en la obra de un cineasta que, con su nueva y colosal obra, se acerca nuevamente a ese fascinante y oscuro terreno del alma humana.

Ezequiel Obregón

Imperio (Inland Empire , Francia-Polonia-Estados Unidos/2006). Fotografía, edición, guión y dirección: David Lynch. Intérpretes: Laura Dern, Justin Theroux, Jeremy Irons, Julia Ormond y Harry Dean Stanton. Dirección de arte: Christy Wilson y Wojciech Wolniak. Duración: 180 minutos.

Los crímenes del "Petiso Orejudo" llegaron al cine

A priori, la propuesta resultaba atractiva. La historia de los crímenes de niños llevados a cabo por el “petiso orejudo”, famoso asesino de la historia criminal argentina, permitía imaginar una interesante versión cinematográfica. Tantísimos años después (los crímenes se sucedieron alrededor de 1910) llega este film que, por fortuna, elude ciertos lugares comunes de la producción media destinada a casos reales, pero un guión de a ratos inconsistente le resta fuerza narrativa.

La historia se centra en las sospechas que rondan al niño Mateo, quien puede narrar detalles de los asesinatos sin haber estado en el lugar exacto del crimen. El comisario que investiga el caso cree que detrás de Mateo hay más que percepciones extra-sensoriales, y centrará su investigación en él. Su sufrida madre (interpretada por Maribel Verdú) será hasta las últimas instancias el sostén de Mateo, interpretado con convicción por Juan Ciancio.

Uno de los principales problemas de esta co-producción argentino española es el maniqueísmo que impera en determinadas situaciones, sobre todo en los diálogos. La historia presenta las suficientes ambigüedades –psicológicas y morales- como para haber merecido un relato con mayor rigurosidad a la hora de encarar la construcción de los personajes. Sólo las secuencias en las que aparecen los niños, el relato refuerza su intensidad. El tono ominoso elegido por el realizador (en el cual la música y la fotografía son un factor clave) contribuye a generar mayor interés. El micro-mundo infantil de “El niño de barro” es siniestro, los juegos de poder entre los infantes son aterradores, y el registro explícito que presenta es infrecuente para estas latitudes.

Con una correcta y detallista dirección de arte, el film alterna imágenes oníricas de Mateo que contrastan con el mundo real. Esa contradicción resulta interesante, hasta que comienza a ser reiterativa.

Ezequiel Obregón

El niño de barro (Argentina-España/2007). Dirección: Jorge Algora. Intérprete: Maribel Verdú, Juan Ciancio, Daniel Freire, Chete Lera, César Bordón, Abel Ayala, Roly Serrano, Sergio Boris y Oscar Alegre. Guión: Christian Busquier, Jorge Algora y Héctor Carré. Fotografía: Suso Bello. Música: Silvia Amador García. Edición: Rita Romero. Dirección de arte: Mariela Rípodas. Duración: 103 minutos.

EnSinapsis invita al teatro a sus lectores

Hola amigos lectores, en esta oportunidad los invitamos a ver dos notables espectáculos: Boquitas y Eres mi noche de amor.

El primero, está dirigido por Paula Travnik y la dramaturgia pertenece a Gilda Bona. Se trata de una obra que retoma los textos de Manuel Puig. Puede verse los domingos a las 20:30 en el Espacio Teatral Elkafka (Lambaré 866).

La segunda obra es de Diego Manso y está dirigida por Javier Rodríguez. “A veces llega un momento en la vida donde se torna imperiosa una decisión drástica”. Cuatro hermanas, el interior profundo y un secreto." Las funciones son los sábados a las 23, también en Elkafka.

¿Cómo obtener uno de los dos pares de entradas? Es muy sencillo, deben escribir a ensinapsisblog@gmail.com, dejando los últimos tres números del DNI.

Foto: Eres mi noche de amor.