Aunque muchos no lo sepan, Desapareció una noche no es el primer trabajo de Ben Affleck detrás de las cámaras (sin contar su labor como productor y el guión de Good Will Hunting). Su primera incursión como director fue a través del cortometraje I killed my lesbian wife, hung hern on a meat hook, and now I have a three picture deal at Disney. En el medio, lo que todos conocen: apogeo y decadencia, de ganar un Oscar como guionista –junto a su amigote Matt Damon- a filmar fiasco tras fiasco. Su reciente labor en Hollywooland parece haber roto la mala racha. Su actuación en este típico film noir le valió la Copa Volpi en el Festival de Venecia. Ahora bien, ¿de qué lado debemos incluir Desapareció una noche? Sin tratarse de un gran film, estamos frente a un relato ambicioso, de un “realismo sucio” que suele evadirse en el cine norteamericano. Un buen trabajo, diríamos, que si tiene defectos los tiene por exceso y no por carencias.
La historia comienza con el secuestro de una niña de cuatro años en los suburbios de Boston. La pareja de detectives compuesta por Patrick Kenzie (Casey Affleck) y Angela Gennaro (Michelle Monaghan) es visitada por la abuela, desesperada ante el suceso. Su angustia es más fuerte que la de su propia hija, exponente del mundo marginal en el cual le ha tocado vivir. Finalmente la pareja aceptará colaborar con la policía para resolver el caso. Lo que ellos no pueden prever es que se han metido en un espiral difícil de salir (moralmente) ileso.
El rostro entre aniñado e ingenuo de Casey Affleck le sienta a la perfección a su personaje. Esa máscara lo acompañará en todo el relato. Si la premisa es la reconstrucción de un caso –a la manera de los clásicos policiales-, hacia la mitad del film esa esperable articulación de “causas” y “consecuencias” que conducen –por lo general- a un happy end pasa a ser otra cosa. El relato se desarticula, y la mayor parte de los personajes “buenos” y “malos” comienzan a mostrar aristas que los convierten en más ambiguos. Y por lo tanto, más interesantes.
El problema surge cuando algunas situaciones son excesivamente subrayadas. No por la puesta en escena, que delimita espacios cerrados casi claustrofóbicos y oscuros (tal vez la objetivación de la mente de los criminales). Sino por el pobre tratamiento de los diálogos y algunas marcaciones actorales que sobredimensionan lo que en la primera parte del film estaba sugerido.
De policial clásico a fábula moral, el relato también gana intensidad. Que el final intente ser condescendiente con una mirada paternalista y algo maniquea sobre las instituciones sociales también es inquietante, tal vez no lo suficiente para olvidar lo que vimos antes.
Ezequiel Obregón.
La historia comienza con el secuestro de una niña de cuatro años en los suburbios de Boston. La pareja de detectives compuesta por Patrick Kenzie (Casey Affleck) y Angela Gennaro (Michelle Monaghan) es visitada por la abuela, desesperada ante el suceso. Su angustia es más fuerte que la de su propia hija, exponente del mundo marginal en el cual le ha tocado vivir. Finalmente la pareja aceptará colaborar con la policía para resolver el caso. Lo que ellos no pueden prever es que se han metido en un espiral difícil de salir (moralmente) ileso.
El rostro entre aniñado e ingenuo de Casey Affleck le sienta a la perfección a su personaje. Esa máscara lo acompañará en todo el relato. Si la premisa es la reconstrucción de un caso –a la manera de los clásicos policiales-, hacia la mitad del film esa esperable articulación de “causas” y “consecuencias” que conducen –por lo general- a un happy end pasa a ser otra cosa. El relato se desarticula, y la mayor parte de los personajes “buenos” y “malos” comienzan a mostrar aristas que los convierten en más ambiguos. Y por lo tanto, más interesantes.
El problema surge cuando algunas situaciones son excesivamente subrayadas. No por la puesta en escena, que delimita espacios cerrados casi claustrofóbicos y oscuros (tal vez la objetivación de la mente de los criminales). Sino por el pobre tratamiento de los diálogos y algunas marcaciones actorales que sobredimensionan lo que en la primera parte del film estaba sugerido.
De policial clásico a fábula moral, el relato también gana intensidad. Que el final intente ser condescendiente con una mirada paternalista y algo maniquea sobre las instituciones sociales también es inquietante, tal vez no lo suficiente para olvidar lo que vimos antes.
Ezequiel Obregón.
Desapareció una noche
TITULO ORIGINAL: Gone baby gone.
DIRECCIÓN: Ben Affleck.
GUIÓN: Ben Affleck, Aaron Stockard; basado en la novela de Dennis Lehane
ORIGEN: Estados Unidos.
AÑO: 2007.
GÉNERO: Drama.
ACTORES: Casey Affleck, Michelle Monaghan, Morgan Freeman
DURACIÓN: 114 minutos.
DISTRIBUIDORA: Buena Vista Internacional.